El Momento del Desenmascaramiento
Jesús, en su confrontación con los líderes religiosos de su tiempo, pronunció palabras que atraviesan los siglos como espada de doble filo:
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“Vosotros sois de vuestro padre el diablo…” (Juan 8:44)
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“¡Serpientes! ¡Generación de víboras!” (Mateo 23:33)
No fueron meras metáforas. Fueron un diagnóstico espiritual, un abrir de ojos que dejó expuesta la verdadera ascendencia de aquellos que, bajo apariencia de piedad, escondían la marca de otro linaje.
La Semilla en el Principio
Desde Génesis 3:15 se anuncia la enemistad entre la simiente de la mujer y la simiente de la serpiente. Este versículo profético marca la división de la humanidad en dos linajes espirituales:
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Los que llevan la chispa divina.
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Los que heredan la mentira y la rebelión.
Los “hijos de la serpiente” no son meramente simbólicos: son herederos espirituales del Dragón, tal como Caín lo fue en contraste con Abel (1 Juan 3:12).
Jesús y los Fariseos: Más Allá de la Carne
Los fariseos reclamaban ser hijos de Abraham. Pero Jesús les reveló que su alma estaba alineada con otro padre: el diablo.
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En su boca había religiosidad, pero en su interior había mentira y homicidio.
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La carne pretendía esconder su ascendencia, pero delante del Hijo del Altísimo, nada podía ocultarse.
Jesús no les habló a sus cuerpos, sino a su esencia espiritual, y lo que vio fue la marca de la serpiente.
El Linaje del Dragón
El Apocalipsis identifica al Dragón con la “serpiente antigua” (Ap 12:9).
Su descendencia es doble:
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Literal: híbridos como los Nefilim, nacidos de la unión prohibida (Gn 6:4).
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Espiritual: quienes reproducen la mentira, la violencia y la resistencia a la verdad.
Ambos linajes tienen el mismo ADN oculto: rebelión contra el Logos.
Máscaras que Caen ante la Luz
En tiempos de Jesús, los fariseos tenían poder, prestigio y apariencias de santidad. Pero en su presencia todo eso se derrumbó.
Su identidad real —hijos de la serpiente— salió a la luz.
Ese momento fue un juicio profético: el Dragón no puede esconder a sus descendientes cuando están frente a la Luz verdadera.
Reflexión Final
La pregunta no es solo histórica: ¿a qué linaje pertenecemos hoy?
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¿Reproducimos la mentira, el odio, el orgullo? Entonces portamos la semilla de la serpiente.
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¿Vivimos en la verdad y el amor del Logos? Entonces somos hijos del Altísimo.
Jesús no habló solo a los fariseos del primer siglo: habló a toda generación. Porque la lucha entre la semilla de la mujer y la semilla del Dragón sigue viva en nuestro tiempo.
✨ Conclusión: La confrontación de Jesús con los fariseos fue más que un debate religioso. Fue la revelación de una guerra cósmica entre dos linajes. Ante el Hijo del Altísimo, las máscaras de la carne caen, y la verdadera ascendencia espiritual queda desnuda.
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