Desafiando mi Propio Final: La Visión, el Corazón y el Plan para Vencer mi Muerte
Imagen de portada: un corazón rojo humano rompiendo cadenas — símbolo de liberación del destino predicho.
Hace unos días, mientras estaba solo con mis pensamientos, tuve una visión.
No fue un sueño cualquiera, ni una fantasía alimentada por el miedo: fue una escena clara, directa, como si alguien me susurrara desde el otro lado del tiempo.
Me vi a mí mismo… muriendo.
Sentí que sería algo en el corazón, en plena madurez de la vida, entre los 50 y los 60 años.
La imagen era tan fuerte que no pude ignorarla. La edad exacta que vino a mí: 55 años.
No lo viví como una amenaza, sino como una advertencia compasiva.
Como si el destino, o Dios, o mi alma misma, me estuviera diciendo:
“Si sigues así, esto será lo que te espera.
Pero aún puedes elegir otro camino.”
Ese “así” no era un misterio: lo supe al instante. Mi dieta, el azúcar, el descuido silencioso hacia mi cuerpo, y el estrés oculto en las emociones no habladas.
Era una suma invisible que ya empezaba a cobrar su deuda.
La Mesa, la Visión y el Silencio del Cielo
Un par de días después, estaba sentado con mi familia en la mesa.
Mi esposa de frente, mis hijos a los lados, comiendo tranquilos.
De pronto, ella me mira seria y me lanza una frase como una profecía:
“Deja ya de tomar sodas... eso te va a dar colesterol y te va a matar.”
Y en ese instante, como un relámpago espiritual, se me vino la visión.
La misma que me había tocado en silencio hacía apenas unas noches.
Se me llenaron los ojos de lágrimas.
Mis hijos se quedaron en silencio, extrañados, preguntando con voz nerviosa:
“¿Qué pasa, papi?... ¿Qué tienes?”
Respiré profundo, sabiendo que lo que diría no lo olvidarían jamás:
“Yo sé cuándo y cómo me voy a morir…”
Mi esposa, con el corazón apretado, me preguntó en voz baja:
“¿Cómo lo sabes?”
Y respondí lo único que podía:
“Una visión…”
Ella lo sabe. Ella ha sido testigo de otras. Un día contaré esas historias, aunque aún no es el momento.
Las lágrimas seguían cayendo. Mis hijos me miraban como si estuvieran frente a una escena de película, pero era real.
Y les dije:
“No se asusten... aún tengo tiempo.
Esto no es para ahora.
Pero será cuando pase de los 50... sin llegar a los 60.”
Mi hija, mi hijo... como si quisieran aferrarse al tiempo, hicieron cálculos mentales como pequeñas calculadoras humanas:
“¡Pero papi, tú tienes 44!... ¿Y ahora qué hacemos?”
Y no supe qué responder.
Miré al cielo con los ojos llenos de agua...
Y solo pensé:
“Si es mi día... ¿qué puedo hacer?
Pero si no lo es aún... entonces voy a pelear.”
Mi Corazón Hoy: Una Segunda Oportunidad
Recientemente me hice un ecocardiograma completo.
El resultado fue un alivio profundo:
-
Mi corazón bombea bien
-
Las válvulas están sanas
-
No hay señales de daño estructural
-
No hay trombos, ni derrames, ni presiones anormales
Eso me confirmó lo que ya intuía:
Esa visión no es una sentencia. Es una advertencia con tiempo.
Mi Plan para Burlar a la Muerte
No quiero dejar a mi familia antes de tiempo.
No quiero que mis hijos, tan sabios y pequeños, se queden con esa escena como última memoria.
Así que haré lo que pocos se atreven:
Pelear contra mi propia profecía.
Mi plan:
-
Reducir el azúcar y las bebidas dañinas hasta eliminarlas
-
Cuidar mis pensamientos y emociones, porque lo que el corazón calla, el cuerpo lo grita
-
Caminar todos los días, mover la sangre, liberar el alma
-
Dormir mejor, reír más, vivir más despacio
-
Hacerme chequeos regulares, y mantener vigilancia con sabiduría
-
Convertir cada lágrima en impulso y cada miedo en fe
Un Hombre Que Se Despertó en Medio del Sueño
Esta historia no es de muerte, sino de resurrección en vida.
Es el relato de un hombre que se vio caer…
y decidió levantarse antes de llegar al abismo.
No sé si viviré hasta los 80, o más, o menos.
Pero sé una cosa con certeza:
No moriré por descuido.
No moriré sin haber peleado.
Y si la muerte viene, me encontrará amando, luchando y despierto.
—
Porque aunque el destino ya tenga escrita una línea…
yo tengo tinta nueva, coraje, y el permiso divino de reescribir mi historia.
Firmado:
Alexander Lavin
Visio praemonet, sed fides vincit fatum
("La visión advierte, pero la fe vence al destino")
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