Introducción
Bob Lazar, uno de los informantes más polémicos sobre tecnología extraterrestre, afirmó en los años 80 que en instalaciones secretas de EE.UU. se experimentaba con naves no humanas y que las entidades detrás de estas tecnologías nos perciben de una manera inquietante: no como iguales, sino como contenedores.
Pero, ¿qué significa ser “contenedores”? ¿De qué? ¿De un alma? ¿De energía? ¿De memorias? Esta idea resuena no solo en la ufología, sino también en las tradiciones gnósticas, los libros apócrifos y la misma Biblia, donde se insinúa que las fuerzas espirituales miran al hombre como un receptáculo.
Bob Lazar y los ET como observadores
Lazar habló de entidades que parecen indiferentes al ser humano como individuo, viéndonos más como un recurso que como una creación con propósito. Esto coincide con el relato de muchos abducidos: la extracción de óvulos, esperma, sangre y tejido, como si fuéramos recipientes biológicos diseñados para alimentar un programa.
En el lenguaje moderno: contenedores de material genético y de energía vital.
La visión gnóstica: el hombre como recipiente de chispa divina
Los gnósticos de los primeros siglos veían al hombre como un vaso que contiene una chispa de luz robada del mundo superior. El problema es que los arcontes (seres inferiores que gobiernan el mundo material) manipulan ese recipiente.
Para ellos, el cuerpo humano no era más que un envase frágil, manipulado por potencias que buscan mantenernos en ignorancia. Esta es la raíz del mito del “hombre como contenedor”: el cuerpo es cárcel, pero también copa que guarda lo divino.
La Biblia: tesoros en vasos de barro
En la Biblia también aparece la metáfora. San Pablo dice:
“Tenemos este tesoro en vasos de barro” (2 Corintios 4:7).
Aquí, el vaso de barro es el cuerpo humano, frágil, temporal, pero portador del Espíritu.
El Antiguo Testamento añade otra perspectiva: los demonios, envidiosos del hombre, buscan poseerlo. En el libro de Job, Satanás pide permiso para tocar su carne. En los Evangelios, Jesús expulsa espíritus que buscan cuerpos como moradas. Los demonios necesitan recipientes.
Los libros apócrifos: cuerpos como morada de espíritus
El Libro de Enoc describe a los espíritus de los gigantes (nefilim) vagando por la tierra tras el Diluvio, buscando cuerpos en los cuales habitar. No tienen reposo y necesitan al hombre como contenedor físico y emocional.
Otros textos como el Evangelio de Tomás sugieren que el hombre es un recipiente que debe llenarse de luz antes de que otros lo llenen de oscuridad.
Conexiones inquietantes: ET, demonios y genética
Si unimos todas estas perspectivas, surge un patrón:
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Los ET de Lazar: nos ven como contenedores biológicos.
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Los gnósticos: el cuerpo es un recipiente manipulado por arcontes.
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La Biblia: los demonios buscan ocupar cuerpos.
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Los apócrifos: el hombre vacío es presa de entidades.
¿Y si los supuestos “extraterrestres” no son más que la misma categoría de espíritus caídos, presentándose bajo un disfraz moderno? En vez de seres de otros planetas, podrían ser fuerzas demoníacas que desde siempre buscan recipientes humanos para perpetuar su influencia.
Reflexión final
La pregunta ya no es si somos contenedores, sino contenedores de qué.
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Para Lazar y la ufología: de material genético y biológico.
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Para los gnósticos: de la chispa divina que los arcontes quieren apagar.
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Para la Biblia: de la presencia de Dios o, si no vigilamos, de los demonios.
El gran misterio es decidir qué llenará nuestro recipiente. ¿La luz eterna del Creador, o la oscuridad de los usurpadores?
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