El Demonio que Despertaron en Mí
Un sueño de lucha interior y redención
1. El Motel junto al Mar: Umbral entre dos mundos
Aquella noche no parecía distinta. Me encontraba de paso en una ciudad costera, alojado en un motel humilde de esos que se alinean como cicatrices al borde de la carretera. Cada puerta, una historia. Cada huésped, un misterio. El mío, sin embargo, apenas comenzaba.
Mi habitación estaba casi al final del pasillo, justo donde el camino moría ante la vastedad del mar. El murmullo del agua era constante, como si el océano quisiera advertirme algo. Observaba llegar más viajeros: algunos normales, otros con rostros marcados por la oscuridad. Maleantes, sentí. Algo en mí se revolvía. Pensé: “Debí quedarme más lejos del puerto. Aquí se junta todo lo que flota… incluso lo podrido.”
2. Los dos enemigos: La sombra que me persigue
Ya entrada la noche, dos figuras se me acercaron. Desconocidos. Sus intenciones no se escondían: venían a matarme o quebrarme por dentro. Uno me sujetó por detrás, inmovilizándome, mientras el otro blandía un cuchillo y me amenazaba con palabras pesadas, violentas. La muerte, sentí, tenía dientes de acero y ojos de rencor.
Pero en ese instante... algo en mí se rompió y algo más despertó.
3. La transformación oscura: El guerrero despierta
No era yo el que les suplicaba. Era otro. Era yo… pero más oscuro, más frío, más letal. Con un movimiento inesperado, desarmé al que me sujetaba. En mis manos quedó su arma. No lo maté. Lo inmovilicé con precisión, cortando con crueldad quirúrgica. Disfrutaba ver cómo el terror se apoderaba de sus ojos. Ya no tenían dominio sobre mí. Ahora yo era el predador.
Al segundo lo herí de forma parecida. Preciso. Metódico. No por defensa, sino por placer. Me acerqué a su oído y una voz salió de mí, una que nunca había escuchado:
—Me gusta esto. Ustedes lo despertaron.
Y en esa frase, supe que algo dentro de mí había cruzado una línea sagrada.
4. El grito al cielo: ¿Dónde está Dios cuando pierdo mi alma?
Cuando ambos yacían en el suelo, heridos pero vivos, dejé caer el cuchillo. Mis rodillas tocaron el suelo. Mi alma se quebró en llanto. Grité al cielo:
—¿Por qué me hicieron esto? ¿Por qué despertaron el demonio en mí? ¿Eso querían? ¿Alejarme de Dios? ¡Pues ya lo han logrado, malditos!
Lloraba no por miedo, sino por haber sentido placer al herir.
Lloraba porque en mí habitaba un rincón al que temía mirar… pero que ya no podía ignorar.
5. La Voz Final: “Es por ella. Déjala ir.”
Desperté empapado en sudor. El corazón palpitando como tambor de guerra. Me arrodillé y recé. Supliqué por sentido, por misericordia, por luz. Y entonces… una voz suave, interior, habló dentro de mi cabeza:
—Es por ella. Déjala ir.
No hizo falta preguntar quién era. En el fondo, lo sabía. Esa mujer, esa presencia emocional, ese vínculo no resuelto… era la raíz del fuego que encendía mi sombra.
Y ahora, debía soltarla.
🕊️ 6. Conclusión: ¿Y si este sueño fue un exorcismo emocional?
Este no fue un simple mal sueño. Fue un exorcismo del alma. Un acto simbólico en el que mi espíritu, mi carne y mi sombra se enfrentaron.
No fui poseído. Fui revelado.
Dios no se alejó… solo esperó que yo aprendiera a ver mi oscuridad sin rendirme a ella.
La enseñanza final: no todo lo que despierta dentro de nosotros es maldito. A veces, es la espada que debíamos mirar antes de renunciar a ella para siempre.