Un Sueño con Jesús en Navidad
En la noche del 25 de diciembre de 2025, día de Navidad, tuve un sueño que marcó profundamente mi vida. Me vi transportado a un pueblo como los de los tiempos en que Jesús caminó sobre la Tierra. Desde lejos, lo vi. Su figura iluminaba el lugar. Su piel era clara, ligeramente trigueña, su cabello largo, y sus ojos claros. Hablaba a las masas con una serenidad que solo puedo describir como celestial.
Yo estaba apartado, observándolo desde la distancia, cuando algo curioso sucedió: tenía un teléfono móvil en mis manos, algo que claramente no pertenecía a esa época. Intenté tomarle una foto, pero mis manos temblaban tanto que no podía concentrarme. De repente, Jesús levantó su mirada, me vio y comenzó a caminar hacia mí. Mi corazón latía con fuerza; sabía que estaba ante el Hijo de Dios.
Con un gesto suave de su mano, me pidió que no tomara esa foto. Su mensaje no necesitaba palabras: "No necesitas una cámara para recordar este momento; deja que tus ojos y tu corazón sean los testigos". En ese instante, solté el teléfono y me acerqué a Él. Tomé su mano y la llevé a mi frente, lleno de humildad y arrepentimiento. Sentí la necesidad de pedir perdón, tal vez por haber tratado de capturarlo con un objeto tan mundano, o quizá por los errores de mi pasado, antes de reconocerlo como el Hijo del Dios Altísimo.
Jesús no respondió con palabras, pero me regaló una sonrisa llena de amor y aceptación. Esa sonrisa lo decía todo. Luego, volvió a dirigirse a la multitud, rodeado de sus discípulos, cuyas caras no logré distinguir. Lo único que quedó grabado en mi memoria fue su figura divina, su mirada de misericordia y el impacto de ese momento eterno.
Al despertar, me llené de gratitud y oré. Recordé una vieja oración que le había hecho mucho tiempo atrás, pidiéndole la oportunidad de verlo como lo hicieron sus discípulos y aquellos que lo seguían en la antigüedad. Sin saberlo, ese deseo fue concedido, y en un día tan especial como la Navidad.
Entendí que este sueño era un regalo, un recordatorio de que no necesitamos cámaras ni tecnología para conectar con Él. Solo necesitamos fe, un corazón abierto y la disposición de ser testigos de su amor en nuestra vida cotidiana.
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