En el universo, el concepto de circulación es omnipresente, manifestándose en procesos naturales y espirituales que sostienen la vida y la armonía. Desde el ciclo del agua hasta la circulación de la sangre, todo obedece a un movimiento constante que asegura el equilibrio. Cuando este flujo se detiene, emergen desórdenes, caos y, en última instancia, la ausencia de vida. Este principio fundamental tiene un profundo significado teológico, especialmente en la Kabalah, donde se explora como el camino hacia la plenitud y la luz divina.
La Circulación en el Mundo Natural
El ciclo del agua es un ejemplo perfecto de circulación: el agua se evapora, se condensa en nubes, regresa a la tierra en forma de lluvia, forma lagos y ríos que finalmente desembocan en el océano, y el ciclo comienza de nuevo. Este proceso perpetuo asegura la fertilidad de la tierra y el sustento de los seres vivos.
Del mismo modo, la sangre en el cuerpo humano fluye constantemente para nutrir nuestras células y órganos. Si este flujo se interrumpe, como en el caso de una arteria bloqueada, surge una enfermedad, como la gangrena, que puede llevar a la pérdida de tejido o incluso de vida.
En los circuitos eléctricos, la circulación de la corriente garantiza que la bombilla emita luz. Si el circuito se rompe, la oscuridad prevalece, pues la energía no puede completar su recorrido.
El Paralelismo Espiritual: Debekut y la Circulación de la Luz Divina
En la Kabalah, este principio de circulación se entiende como Debekut, una unión constante y circular con la divinidad. Debekut implica mantener un flujo ininterrumpido de luz espiritual que conecta el alma con el Creador. Cuando el flujo de esta luz divina se detiene, se genera "oscuridad," que en términos espirituales se traduce como maldad o ausencia de plenitud.
La maldad no es más que el vacío dejado por la interrupción del flujo de luz. Así como un río estancado puede convertirse en un foco de descomposición, una vida espiritual que no fluye hacia y desde la divinidad puede llenarse de negatividad, dudas y sufrimiento.
La Circulación Completa: Donde No Hay Maldad
Cuando el ciclo de circulación se completa en nuestras vidas, ya sea en lo físico o en lo espiritual, encontramos plenitud y armonía. Este estado de perfección es descrito en la Kabalah como la unión con el Ein Sof, el Infinito. En este estado, no hay lugar para la maldad, porque la luz fluye sin interrupciones, llenando cada rincón de nuestra existencia.
Por ejemplo:
En el Amor: Un amor que da y recibe de manera equilibrada se convierte en una fuente de felicidad y crecimiento. Si este flujo se interrumpe, surgen resentimientos y rupturas.
En el Conocimiento: Cuando adquirimos sabiduría y la compartimos, creamos un flujo continuo que ilumina tanto a nosotros mismos como a quienes nos rodean. Si retenemos el conocimiento sin compartirlo, se convierte en algo estéril.
En la Vida Espiritual: La oración, el estudio y las acciones compasivas son formas de mantener la luz divina circulando en nuestras almas. Cuando estas prácticas cesan, nuestra conexión con lo divino se debilita.
Conclusión: La Circulación como Ley Universal
El principio de circulación nos enseña que la vida, tanto en el plano físico como en el espiritual, depende del movimiento constante y fluido. Donde el flujo se detiene, surgen problemas; pero cuando la circulación es completa, la plenitud y la luz llenan nuestra existencia.
La Kabalah nos invita a reflexionar sobre cómo podemos mantener este flujo en nuestras vidas: alimentando nuestras almas con luz divina, compartiendo amor y conocimiento, y buscando siempre la conexión con el Creador. Porque, al final, la maldad no es más que la ausencia de luz, y la luz es el resultado de un flujo que nunca cesa.
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