Cada 28 de octubre, la Iglesia conmemora a dos grandes apóstoles, San Judas Tadeo y San Simón, quienes caminaron juntos como discípulos de Cristo y entregaron sus vidas en servicio al Evangelio. Ambos fueron testigos de la vida de Jesús y recibieron el Espíritu Santo durante Pentecostés, lo cual los llenó de valor y sabiduría para llevar el mensaje de salvación.
San Judas Tadeo: Apóstol y Escritor de una Carta Bíblica
San Judas, llamado "Tadeo" para distinguirlo de Judas Iscariote, es conocido por ser el autor de una de las epístolas del Nuevo Testamento, conocida como la Carta de Judas. En su carta, San Judas advierte contra las herejías y falsos maestros, centrándose en las enseñanzas que desvían de la verdad. En este contexto, combate a los gnósticos, quienes negaban la divinidad de Cristo y promovían prácticas y doctrinas contrarias a la fe cristiana.
San Judas Tadeo también se pronuncia contra actos que, según él, desafían el orden natural y moral establecido, entre ellos el homosexualismo. De acuerdo con su mensaje, tales conductas estarían sujetas a juicio divino, y él advierte sobre la condena al “fuego eterno” para quienes eligen tales caminos.
San Judas Tadeo es, además, conocido como el santo de las causas difíciles o desesperadas, y se ha convertido en un símbolo de esperanza para millones de devotos que acuden a él en momentos de angustia o necesidad.
San Simón: El Celoso y el Ferviente Apóstol
San Simón, también llamado el “Celote” (Celoso), es mencionado en los Evangelios y, al igual que San Judas, recibió el don del Espíritu Santo en Pentecostés, lo que lo impulsó a predicar la fe. Aunque no dejó escritos, su vida fue un testimonio de entrega y fervor por la verdad de Cristo.
Junto con San Judas, recorrió Israel y posiblemente otras regiones para llevar el mensaje cristiano, siendo incansable en su misión de evangelizar. La tradición cuenta que ambos compartieron la vida de misioneros y enfrentaron peligros constantes por anunciar el Evangelio, algo que finalmente los llevaría a morir como mártires.
Martirio y Legado de Fe
La vida de estos apóstoles culminó en un trágico pero glorioso martirio. Según la tradición, San Simón fue cortado por la mitad con una sierra, mientras que San Judas Tadeo fue decapitado con un hacha. Este sacrificio fue un testimonio de su amor y fidelidad a Cristo, así como de su compromiso de llevar la verdad hasta las últimas consecuencias.
Sus muertes no solo consolidaron su legado de fe, sino que también dejaron una profunda enseñanza sobre la valentía y el amor inquebrantable hacia Dios, mostrando a los cristianos la importancia de mantenerse firmes en la fe, incluso frente a la persecución.
Reflexión Final
En la memoria de San Judas Tadeo y San Simón, reconocemos el valor de dos apóstoles que caminaron junto a Cristo y se entregaron completamente a la misión de evangelizar. Su testimonio sigue inspirando a quienes buscan una fe auténtica y profunda. Que su ejemplo nos guíe a vivir con entrega, buscando siempre la verdad y apoyándonos en la esperanza que solo el Evangelio puede ofrecer.
San Judas Tadeo y San Simón, rueguen por nosotros.
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